Ikú es en sí la muerte misma, la que por mandato de Olofin viene a buscar a aquellos que se les ha acabado el tiempo en la tierra, para que luego Olodumare decida el destino de ellos, si irán al Ará Orún, o deberán volver al Aiyé para terminar su misión. Ikú dejó de ser Orisha por su arrogancia y pasó a comandar a los Ajogún ó guerreros del mal (aro, ofo, esse, egba, fitiwó, akobá, etc). Viste de negro, ceniza oscuro o marrón oscuro. Perdió su duelo con Orunla, por eso debe respetar a sus hijos y llevarlos solo cuando OlofinO lo marque. No posee culto particular, sino a través de Eggun u Oro. No se le inmola ni se le realizan otro tipo de ofrendas.
Patakí:
Patakí:
Al comienzo del mundo no se conocía la Muerte. Un día los jóvenes se quejaron a Olofin de que había tanta gente que no alcanzaban los alimentos para todos. Olofin llamó a Oyá y le pidió que llevara a Ikú a la Tierra, pero esta no estuvo de acuerdo, pues no cría justo que los hombres la odiaran y le pidió que la relevara de semejante misión.
Entonces Olofin entendiendo que tanto los jóvenes como la Orisha tenían razón, le dijo:
–Bueno, eso podemos arreglarlo, primero enviaré a Babalú Ayé para que lleve a Arun(enfermedad) a la Tierra y cuando los hombres se enfermen, tú les llevarás a Ikú.
Ikú y Oggún.
Cuando Olofin confió su gobierno a Ikú y Oggún, no se conocían las enfermedades ni los sufrimientos.
Un día en que los jóvenes organizaron una fiesta, uno de ellos compró otí y le brindó a Oggún que bebió hasta emborracharse.
El dueño de la forja y los metales se acostó a dormir. Al rato, llegó Ikú que debía consultarle unos problemas urgentes y quiso despertarlo. Oggún furioso le cortó una mano a su compañero con el machete. La sangre corrió por todas partes. Todo aquel que la pisó se enfermó gravemente.
Fue así que se conoció la enfermedad en la Tierra.
Entonces Olofin entendiendo que tanto los jóvenes como la Orisha tenían razón, le dijo:
–Bueno, eso podemos arreglarlo, primero enviaré a Babalú Ayé para que lleve a Arun(enfermedad) a la Tierra y cuando los hombres se enfermen, tú les llevarás a Ikú.
Ikú y Oggún.
Cuando Olofin confió su gobierno a Ikú y Oggún, no se conocían las enfermedades ni los sufrimientos.
Un día en que los jóvenes organizaron una fiesta, uno de ellos compró otí y le brindó a Oggún que bebió hasta emborracharse.
El dueño de la forja y los metales se acostó a dormir. Al rato, llegó Ikú que debía consultarle unos problemas urgentes y quiso despertarlo. Oggún furioso le cortó una mano a su compañero con el machete. La sangre corrió por todas partes. Todo aquel que la pisó se enfermó gravemente.
Fue así que se conoció la enfermedad en la Tierra.
El susto de Iku
Toda vez que Orula no tenía manera de adquirir lo que Olofin reclamaba, se registró con su tablero y le salió que debía hacer rogación con akukó, igüí, babosas, quimbombó y seis cascabeles y llevarlo todo por la noche a una encrucijada.
En la noche salió con mucho sigilo de su casa para depositar el paquete en el lugar indicado, pero Ikú venía por uno de los caminos con un saco al hombro, en la ardua faena de completar su carga. Al escuchar el ruido de los cascabeles, Ikú se asustó tanto, que dando un grito cayó muerto.
Orula, que no sabía quién era el que venía por el camino, acudió curioso a ver qué sucedía, cuál no sería su sorpresa cuando encontró a Ikú muerto en el piso y cien cabezas en el saco a su lado. Con la cabeza de Ikú completó las ciento una y fue a casa de Olofin a entregarlas, para así poder casarse con la joven tan deseada.
El pueblo hablaba mal de ORULA y le deseaba la muerte, pero Orula, que es adivino, se había visto la suerte en el tablero con sus dieciséis nueces y había decidido que tenía que hacer una ceremonia de rogación con un ñame, y luego, con los pelos de la vianda, untarse la cara. Fue por eso que cuando Iku vino por primera vez preguntando por Orula, él mismo le dijo que allí no vivía ningún Orula y la Muerte se fue. Ikú estuvo averiguando por los alrededores y se dio cuenta de que Orula lo había engañado, por lo que regresó con cualquier pretexto, para observarlo de cerca, hasta tener la certeza de que se trataba del sujeto que estaba buscando para llevarse. Orula, cuando la vio regresar, ni corto ni perezoso, la invitó a comer y le sirvió una gran cena con abundante bebida. Tanto comió y bebió Ikú, que cuando hubo concluido se quedó dormida. Fue la oportunidad que aprovechó Orula para robarle la mandarria con que Ikú mataba a la gente. Al despertar, Ikú notó que le faltaba la mandarria. Al pensar que sin este instrumento ella no era nadie, le imploró a Qrula que se la devolviera. Después de mucho llorar, Qrula le dijo que se la devolvería si prometía que no mataría a ninguno de sus hijos, a menos que él lo autorizara. Desde entonces la Muerte se cuida mucho de llevarse al que tiene puesto un idde de orula |
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