Dá click en la parte del mundo donde te encuentres y cambiara el reloj a tu zona horario.

Reproductor

jueves, 14 de julio de 2011

El SINNIFICADO DEL SACRIFICIO DE ANIMALES




EL SIGNIFICADO DEL SACRIFICIO DE ANIMALES POR EL ODUN DE IFA OGBE DI
Un eslabón de una cadena se une a otro, una cadena cuelga sobre sus cuellos, fue la profecía de Ifá que se lanzó para los animalescuando ellos venían al mundo. 

En la Religión Yoruba existen tres elementos de primer orden que integran el sacrificio: estos son las plantas, los animales y otros materiales que son usados por el hombre para lograr beneficios a través del agasajo a los poderes superiores divinos y la desviación de las fuerzas negativas que influyen sobre él. 

 Por todos es conocido que el hombre logra subsistir utilizando, básicamente, a los animales y a las plantas, toma de ellos su carne, pieles, corteza, raíces, tallos, hojas y frutos y se vale además de materiales diversos, obtenidos de su propia iniciativa o de la industria, como las telas para cubrir su cuerpo; sin embargo, el hombre yorubá emplea también todos estos elementos, que Olodumare le brinda, para ofrendar a las divinidades y alejar así, de su placentera estancia en la Tierra, todas las perspectivas de peligro que lo amenazan. 

 En el maravilloso mundo de los tradicionalistas yorubás, todos los factores bióticos o abióticos adquieren un significado mucho más profundo que enseñan, de forma plena y consciente, el importante lugar que ocupa cada cual en el ciclo de la vida y es precisamente ese significado, de gran relevancia, fundamentalmente, para los iniciados o adeptos del ifismo, el que llegará a ustedes a través de este nuevo artículo de nuestra web. 

 El Odu de Ifa EJIOGBE nos dice acerca de la importancia del sacrificio lo siguiente: 

Para aquel que vino del Cielo a la Tierra con su ofrenda en las manos su camino no fue oscuro, para aquel que llegó a la Tierra con su ofrenda en las manos su caminar fue seguro. 

En ese Ifá tomado del odu Ejiogbe, manifiesta cómo Esu lo ayudó a convertirse en el rey de los olodús gracias al sacrificio que este realizó por prescripción de la adivinación. El Ese del que hablamos nos cuenta que ya los dieciséis olodús en la Tierra, era hora ya de nombrar un jefe entre ellos. Ejiogbe no fue el primer olodú que vino a la Tierra, muchos otros llegaron primero. 

Antes que él, Oyekún Meji, el rey de la noche, había reclamado la antigüedad, el grupo recurrió a Obatala, para que nombrara al rey de los olodús. Obatalá los invitó a todos y les dio una rata del bosque para que compartieran entre sí, Oyekun Meji cogió una pata, Iwori Meji cogió la segunda, Idí Meji la tercera y Obara Meji la cuarta, las demás partes fueron distribuidas en orden de antigüedad convencional. Ejiogbe por ser muy joven recibió la cabeza. ( En Cuba, por sustitución, se utiliza en los sacrificios a la jutia, una especie endémica). 

 En orden de secuencia Obatalá les dio posteriormente un pescado, una gallina, una paloma, una guinea y por último, un chivo, todos fueron compartidos de acuerdo con el orden establecido con la rata del bosque. En cada caso, Ejiogbe recibió la cabeza de todos los animales sacrificados. 

Finalmente, Obatalá les dijo que regresaran después de tres días para comunicarles su decisión. Ejiogbe se consultó de regreso a su casa e Ifá le dijo que ofrendara un macho cabrío a Esu. Después de comerse su macho cabrío, Esu le dijo que en el día señalado él debía asar un ñame y echarlo en su bolso junto con un calabacín lleno de agua, Esu también le dijo que llegara tarde a la reunión de los olodús en el palacio de Obatalá. El día señalado, los olodús vinieron a buscarlo para ir a la reunión, pero él les dijo que asaba un ñame al fuego para comer antes de partir. 

Al irse ellos, Ejiogbe sacó el ñame, lo peló y lo guardó en su bolso junto con el agua. Rumbo a la reunión se encontró con una anciana, exactamente, como le había pronosticado Esu y, en consecuencia con lo que le había aconsejado, liberó a la anciana de la carga de leña que llevaba, ya que estaba tan cansada que apenas podía caminar. 

Después de agradecerle su ayuda, la anciana se quejó de sentir apetito, Ejiogbe sacó de inmediato el ñame de la bolsa y se lo brindó, después de comérselo, ella le pidió agua y él le dio la que tenía en el bolso. Cuando la anciana terminó, Eyjiogbe recogió la leña y emprendió el camino con ella a su lado sin saber que se trataba de la madre de Obatalá. 

La anciana al verlo apurado, le preguntó hacia dónde iba con tanta prisa, y él le respondió que ya estaba retrasado para ir a la reunión en la que Obatalá iba a nombrar al rey de los olodús. Agregó que se había tomado su tiempo, no obstante, porque sabía que era demasiado joven para aspirar a ser rey de los dieciséis discípulos de Orúnmila. 

Al responder, la mujer le aseguró que él sería declarado rey de los olodús. Cuando llegaron a la casa, la anciana le dijo que dejara la leña en el fondo. Fue entonces que Ejiogbe reconoció la casa de Obatalá y comprendió que la mujer que había ayudado era, nada más y nada menos, la propia madre de este. Con ello, exhaló un suspiro de alivio. La mujer le pidió que le siguiera al interior de la casa. Allí sacó dos pedazos de tela blanca y ató uno al hombro derecho y otro al hombro izquierdo de Ejiogbe. 

 Después le insertó una pluma roja de cotorra en la cabeza y le puso una tiza blanca en la mano derecha, acto seguido, le mostró las mil cuatrocientas sesenta piedras, dispuestas delante de la casa de Obatalá, y le dijo que se parara sobre la piedra blanca en el centro. Con sus nuevas prendas, Ejiogbe se paró sobre la piedra mientras los demás aguardaban en la antesala de Obatalá. Transcurrió un tiempo, cuando Obatalá le preguntó a los demás a quién esperaban y todos respondieron que esperaban a Ejiogbe, Obatalá les preguntó el nombre del hombre que se encontraba parado afuera. Ellos no reconocieron a Ejiogbe, Obatalá les dijo que fueran a rendirle tributo, uno tras otro, y a tocar el suelo con su cabeza a los pies de Ejiogbe. A partir de entonces, Obatalá proclamó oficialmente a Ejiogbe rey de los olodús de Orúnmila. 

Casi al unísono, todos los demás olodús refunfuñaron disgustados y no ocultaron su descontento con el nombramiento de un olodú joven como el jefe de ellos, entonces Obatalá les preguntó cómo habían compartido los animales que les había dado durante los días del período de prueba. Ellos le explicaron y Obatalá les preguntó quién había recibido la cabeza de cada uno de los animales y confirmaron que en cada caso, se la habían dado a Ejiogbe. Obatalá les explicó que fueron ellos quienes nombraron de manera inconsciente rey a Ejiogbe, ya que cuando la cabeza está fuera del cuerpo el resto no tiene vida, dicho esto, se marcharon, pero al salir de la casa de Obatalá, todos decidieron mantener a Ejiogbe a una distancia prudencial, también decidieron no reconocerlo, ni servirle, ni visitarlo. Antes de dispersarse, Ejiogbe compuso un Ese especial para neutralizar todas las maquinaciones malévolas en contra suya; el Ese en cuestión es el siguiente: 

Oya ni ki owo won yaa 

Owuwu oni koo wo won deenu 

Ikpe akiko kiiga akika deenu 

Ikpe orire I gun orire deenu 

Etuu kii olo tu won ni mo 

Inu lo otin ire efo ebire waa 

Con este Ese especial, Ejiogbe utilizó hojas apropiadas de Ifá. 

Después de este incidente, los olodús le dijeron que para ellos aceptarlo como rey tendría que hacerles una fiesta con: doscientas güiras de puré de ñame, doscientas ollas de sopa preparadas con diferentes tipos de carnes, doscientos güiros de vino, doscientas cestas de semillas de cola...... Y le dieron siete días para organizar la fiesta. 

A simple vista huelga decir que parecía una tarea imposible porque ellos sabían que Ejiogbe no tenía con qué costear una fiesta de tal magnitud. Este se sentó a lamentar su desgracia y la perspectiva de seguir siendo un pastor sin ovejas. 

A la sazón, Esu vino a preguntarle el porqué de su melancolía, y Ejiogbe le explicó que no tenía dinero para costear la fastuosa fiesta que los olodús le habían pedido para subordinarse a él. Esu le respondió que el problema se podía resolver si le ofrendaba otro macho cabrío. Ejiogbe no perdió tiempo en hacerle la ofrenda a Esu, después de comerse el macho cabrío, Esu le dijo que preparara sólo un plato de cada alimento y que colocara en fila ciento noventa y nueve recipientes adicionales vacíos -uno para cada uno- en el cuarto donde se celebraría la fiesta el día señalado. 

Eyjiogbe hizo lo que dijo Esu, mientras tanto, los olodús se burlaban de él porque sabían que no había forma de que Ejiogbe pudiera costear dicha fiesta. Al séptimo día, los olodús fueron uno por uno a visitarlo para preguntarle por la fiesta. Como no escucharon los ruidos del mortero desde la cocina pensaron que no había fiesta. Mientras, los recipientes vacíos se encontraban en fila, Esu fue al cuarto de la fiesta y le ordenó al único plato de cada alimento multiplicarse y llenar todos los recipientes vacíos. Instantáneamente todas las güiras, las ollas, las cestas ......., se llenaron de comida recién elaborada y la fiesta estuvo lista. 

Cuando Oyekú Meji llegó a la fiesta, se asombró de ver todo lo que estaba listo. Sin esperar la invitación formal se sentó a comer. Los siguientes: Iwori Meji, Idí Meji, Obara Meji, Okonrón Meji, Irosun Meji, Owanrin Meji, Ogundá Meji, Osá Meji, Eturá Meji, Irete Meji, Eká Meji, Eturukpón Meji, Osé Meji y Ofún Meji, antes de darse cuenta de lo sucedido, habían comido y bebido a su antojo.
Después de la fiesta, todos cargaron a Ejiogbe y lo elevaron sobre sus cabezas mientras bailaban en una procesión y cantaban
Agbee geege 

Agbee Babáa 

Agbee geege 

Agbee Babáa. 

 En la santería, el sacrificio de animales está determinado por el rito de la adivinación, lo cual evidencia la existencia de una característica fundamental entre muchas religiones endógenas de África, a saber, la ausencia de una revelación divina y, por el contrario, la persistencia de conocimientos ancestrales que han sido transmitidos a los hombres y mujeres desde los primeros tiempos, aquellos, según los yoruba, en los que la humanidad y los orishá convivían en este planeta. En este sentido, jamás algún animal se sacrifica caprichosamente. Cada sacrificio responde a la solicitud, a través de los métodos de adivinación, de algún orishá o ancestro que requiere de uno o varios animales para poder resolver la situación que la persona consultada quiera solucionar.
Generalmente los orishás y ancestros solicitan que les sea ofrecido uno o varios animales especificando el tipo y el género) en el caso de que la vida o el bienestar de la persona consultada estén en juego. En este sentido, el sacrificio no es un instrumento mediante el cual se pretenda redimir pecado alguno ya que en la santería no existe tal concepto. En la santería ni el hombre ni la mujer son concebidos como depositarios a priori de cierta (s) culpa (s). El sacrificio, según la cosmovisión santera, es la vía mediante la cual puede ser restaurado un proceso o un ritmo que haya sido interrumpido. Los santeros aluden a que cada quien nace con un ritmo específico, un ritmo espiritual en la vida, que no debe ser interrumpido ya que si es así, entonces la persona no podrá realizarse plenamente. Sin embargo, cuando este ritmo ha sido trastocado, por las razones que hayan sido, entonces se requiere del sacrificio de un animal para restaurarlo. La sangre del animal, ofrecida a algún orishá y/o ancestro, es capaz de restaurar dicho ritmo porque ella está ligada directamente a un ritmo en el cuerpo del animal.








No hay comentarios:

Publicar un comentario